domingo, 8 de agosto de 2010

¡Oda!


Oda a la claridad de tus ojos


Tus ojos, pequeña alberca donde reposa el viento,
claridad que alumbra mi esmero como estrella.
Pueden flotar buscando un fin donde lidiar,
corren sobre las tierras, Oh! tristes, y asustados.

Cuan tan claridad invaden, sobre mi cuerpo
desligados al polvo, al aroma de tu cerda,
conectados al ímpetu en cual observan.
Aman, así son tus ojos, como estrellas.

Ellos rebuscan el tope de la infinitud,
¡Oh infinitos ojos! Azules como jazmines,
cansados de observar, de buscar. ¡Ciérralos!
que descansen sobre las tierras, o sobre mi alma.

Ríen, como magna brillante, espejo claroscuro,
destello protector de mis encantos,
eternos y asustados, como el jazmín triste,
así son tus ojos, tenaces como las olas.

Persiguen el riesgo de chocar,
de alguna manera me roban el ánima,
lloran, cuando desbocados no encuentran
el freno, ni la estancia donde parar.

Voy haciendo todo un mundo de palabras,
para tus ojos vivos de alma propia,
que asientan cada mirada a la tarde,
resguardados en su luz y aurora.
Nicolás Bera 2/8/2010



Oda a la destrucción ambiental

Debajo del rocío, sobre el campo,
espera la amapola,
exaltada de caricias,
en su estancia adormecida.

Arropada, suave y tierna,
como agua dulce.
Despeinada, dentro de
todo lo que rodea su orbe.

Canta, alegre, por las montañas,
las oscuras sombras le persiguen,
de noche, sobre las yerbas.

Pero corre, pobre amapola,
pequeña pluma que cuelga del ocaso,
del día, de la noche, ¡Reza!
Bendecida como ángel.

Exclama su voz,
esclava de mil décadas,
que arde ante la necedad
y el poco juicio.

Sólo pide ser reclamo,
está perdiendo el verde,
desaparece el aire,
y el agua dulce desvanece.

Concienzuda, querida amapola,
que no puedes hablar,
te quedaba reír, ya el túnel
se hace estrecho.

¡Vuela! Quizás el cielo sea basto,
amada, eres vida natural,
eres nuestra pura esencia.
Nicolás Bera 3/08/2010


Oda a la fantasía del sueño

Mientras mis pasos van estribados al cielo,

airado es el viento que sopla desmesurado,

sulfuroso y clandestino es el sentimiento abstracto,

que amarra y brota aquella nube alvina llena de espinas.



El calor que pasa por un cuerpo adyacente,

moja el sepulcro de su ansiedad dolorosa,

llora el bisbiseo que abunda en su camino,

como copa de vino y antorcha encendida.



Encarnado, gimiendo el sudor permanente,

pálido de beber estimados recuerdos,

aquel calor nauseabundo que abre una puerta lujuriosa,

se sienta y vuelve a cuestas; tan horrible comezón.



Parado en la llanura del aludido recorrido,

como brisa que pasa por el mentón empinado,

entusiasmos envenenan cualquier acción asequible,

¡Oh! sueño inmundo, dame el porqué de esta letanía,

dime por qué no se puede cada día, dejar de soñar.



Nicolás Bera

24/03/2010





jueves, 5 de agosto de 2010

Religión parte (I) y (II)



I


Misterio religioso

En pleno transito del espíritu,
acomoda su impaciencia en sabanas de tul,
como Rimbaud el místico en estado salvaje,
elaborando su expresividad única de tiempos de antaño,
sabiduría que se postra como estable y honesta.

La angustia entre jirones de mugre
y pan anhelado para los seres necesitados,
gimiendo por su sed y hambre permanente,
suburbio de cuerpos a vista húmeda del
buen servidor de ayuda humanitaria.

¡Oh Jesús! ¡Oh María!
melodías del medio día sangriento,
pasen ruidosos como el vaivén de las rosas,
adormecidos, murciélagos nauseabundos,
impasibles, como témpanos de hielos desplegados.

E, inefablemente la vida,
¡He visto seres hechos a una sola vía!
¡Manos pálidas del Ángel misericordioso!
pasará el viento amarrado al tiempo irritado,
la fealdad de un mundo herido y sin piedad.

Postrado a las puertas de un camino,
repleto de aromas cuyo olor las frutas mezcla,
¡Musa! eres las palabras que se desprenden de tu mente,
desgraciado no has de ser, ni benévolo,
la afable idea que transmites con puro fervor,
y el terciopelo que deslumbra miserables voces.

Feroces polos iónicos indulgentes,
impuestos a plenitud conllevar sus perspectivas aberradas,
optan ser el verbo bramante y contradictorio,
de toda veracidad latente ante sus ojos,
una representación inestable de cualquier
 
emisión en contra de su noción pérfida y abrupta.

II
Antítesis fervorosa
El idealismo racional del alma oprimida,
espigas entrelazadas reflejan el naufragio
de seres retorcidos que se vierten a su discernimiento,
hiriendo el contenido agónico y consistente de su fe implícita.

Desbarrados; difunden su razón sobre el fémur
floreciente al más allá como difusas olas,
gracia de un entendimiento epiléptico
donde un beso mora la disfunción única
que se inclina a la opresión simultanea.

La mente que se funde adyacente y frágil,
bajo las vigas ahumadas de la mar prolongada,
¡Y No! Impugnar sus designios ha de ser inteligible,
la neurotransmisión inconcebible de
su contingencia en oquedad.

El siniestro canto de cuervos adoloridos
de no ver el efecto trascendental de sus recados,
que vuelven como la marea alucinada a la pared infinita,
y se inclinan eternas a la obligación malévola de contención.

Entonces, una caricia, un beso medianero,
grandeza intelectual sus parloteos mañaneros,
defenderán sus dictámenes anhelados al saber,
como la singular certeza de su divinidad elocuente al ayer.


Nicolás Bera

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Por medio de ésta vía me ofrezco a suplir el buen gusto reclamado por los lectores.



Mi poesía nace; como nace un árbol, un niño, una gaviota.
Enterrada sobre el cielo, arrastrada por el viento, visualizando la realidad.
Con base muy expresiva, ¿Será que algo puede ser así?
Comprobemos sus gustos, placeres, entonaciones, líricas, versos. Dentro de unas pequeñas letras abismales.